miércoles, 13 de mayo de 2009

Ella sabe demasiado

En más de una ocasión le he mencionado a mis amigos lo útil y peligroso que puede resultar el saber en demasía acerca de un tema, es algo que te da poder pero también tiene su grado de responsabilidad, como el hecho de que tus amistades te cuenten sus más íntimos secretos. En este caso, uno debe manejar este tipo de información de la forma más discreta y sabia posible: contárselo a quien más confianza le tengas para que éste vaya y se lo cuente a quien más confianza le tenga y así sucesivamente para que el chisme se corra lo más rápido posible, o saber en qué momento y bajo qué circunstancias esta información pueda ser usada en contra del informante a nuestra conveniencia, ya sea para chantajearlos o dejarlos en ridículo (¡nah! ¿me creerían capaz de ser tan ruin y despiadado como para hacerles tales bajezas?... no contesten). La cuestión no está sólo en saber, también cuenta el uso que se le dé al conocimiento.


Menciono este tema porque recién me enteré de una verdad aterradora: mi vecina chismosa (a la cual menciono aquí y aquí) es más chismosa de lo que yo creía. Sí, ya me había platicado con lujo de detalles la vida y obra de todos los vecinos de mi edificio, se había encargado de decirle a los vecinos mi nombre y actividades rutinarias, y hasta me daba la reseña semanal de los sucesos más importantes de toda la unidad habitacional con las efemérides más relevantes; con lo que ya debería saber qué clase de joyita es la señora. Pero... PERO (en mayúsculas para que parezca que le estoy dando un tinte más dramático y alarmante), jamás me imaginé que una vieja chismosa de vecindad resultara ser todo un agente del Servicio Secreto de Inteligencia.


El descubrimieto ocurrió hace algunos días. Encontrábame saliendo de mi depa para dirigirme a la tienda, cuando me encontré, para variar, a la vecina chismosa (a la que llamaré "vecina chismosa" para mayores referencias y ser redundante en el hecho de que es chismosísima) fisgoneando por uno de los ventanales que da hacia el estacionamiento. Traté pasar desapercibido para que no me viera y me preguntara por cosas que no le importan, pero erré en mi malparido intento de huida (debe tener un radar y sensor de movimiento integrado en alguna parte de su cuerpo que no deseo averiguar). Antes de que pudiera terminar el saludo quise darle una sopa de su propio chocolate preguntándole qué estaba haciendo. Grave error.


Me dijo que estaba escuchando a unos chicos que platicaban acerca de como volarle los vidrios a los coches, obvio, que eran de una banda de asalta-coches, y que para buena fortuna de todos los vecinos ya los tenía identificados desde hacía mucho tiempo y sabía que eran de la unidad (pregúntome yo ¿no debería ya haberlos denunciado nuestra vigilante-justiciera si conocía las operaciones delictivas de esta gran red de crimen organizado?). Remató contándome que se habían robado una camioneta la semana pasada pero que habían logrado atrapar a dos de los ladrones. "Tengo fotos de lo que pasó, si quieres luego te las muestro para que veas cómo estuvo", me afirmó mi vecina chismosa (sí, nuestra corresponsal de guerra en el lugar de los hechos). Dicho esto, inmediatamente me di a la tarea de apresurar mi despedida de la forma más discreta que pude: mirando mi reloj y respondiéndole con un infalible "ya se me hace tarde... adiós", seguido de mi imitación número 73 de niño-con-diarrea-corriendo-hacia-el-baño (pero sin apretar las manos sobre mi trasero), meintras que en mi cabeza repetía "run Forrest, run" para alejarme todo apanicado y procurar mi sobrevivencia.


Sé lo que estarán pensando: que su credibilidad vale lo mismo que el peso frente al dólar en tiempos de devaluación (que sucede cada... siempre) y que en su mundito (que debe tener algún nombre) ella cuenta con las pruebas contundentes que confirman la existencia de una nave extraterrestre en el Área 51, además de tener las evidencias que demuestran que el gobierno de Guanajuato está detrás de lo de la influenza para evitar que nos besemos y toquemos en la vía pública. Aun así, no dejo de pensar en el "uso" que esta señora le da a la información. Seguramente ya me puedo hablar de tú con San Antonio o San Francisco de Asís por los milagritos que me debió haber colgado.


Aunque yo debo ser el paranoico, tener un vecino así no puede ser tan aterrador... ¿o sí?




Ojalá y no sepa de la existencia de este bló o la humanidad puede estar en grave peligro.

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