domingo, 15 de marzo de 2009

Cuentos de terror para niños

De mi niñez tengo muchos recuerdos hermosos, como la vez que fui a la playa y una ola me revolcó durante varios minutos dejándome casi inconsciente y todo lleno de algas, o cuando me las ingenié para callar a mi perro al mismo tiempo que intentaba un mortal al frente, de 5.4 grados de dificultad con dirección hacia el lavadero, haciendo malabares con dos macetas. Lo que me demostró, después del fracaso rotundo y dos macetas inservibles, que el Cirque du Soleil o el Atayde Hermanos jamás me contrataría.

Pero para no aburrirlos con estas joyitas de la memoria, voy a hablar de esos momentos entrañables que compartimos con nuestros padres, esos instantes en los que se acercaban con ternura, nos tomaban por el hombro, nos hacían pensar que la diferencia de edades no importaba porque parecían nuestros amigos, y nos dedicaban palabras inspiradoras y llenas de sabiduría para persuadirnos a hacer todo aquello que odiábamos... mejor conocidos como chantajes morales.

No crean que se trataba de cualquier tipo de chantaje, eran un verdadero plan malévolo y siniestramente diseñado, comparables sólo con la mente maestra detrás de los Teletubbies, para abatir las mentes frágiles de los infantes e infundir el miedo.

Por ejemplo, el 'Coco'. ¿A quién se le ocurriría pensar en un personaje tan sanguinario que se come a los niños que no quieren dormir? Lo peor de todo, es que el señor (Coco) era una especie de plaga o virus malicioso, o tenía el don de la ubicuidad, porque era capaz de estar debajo de todas las camas de todos los niños del mundo a la hora de dormir, acechando desde las sombras, esperando a que algún chamaco imberbe decidiera no dormirse. Después de esta amenaza, ¿quién demonios puede dormir sabiendo que hay un Michael Jackson escondido en algún lugar oscuro de tu cuarto queriéndote llevar a Neverland?

Otra leyenda urbana era el 'señor del saco' (el 'de la bolsa' o el 'robachicos' eran algunas de sus variantes), un señor sin escrúpulos que no le importaba nada en la vida, excepto que comieras tus alimentos. El modus operandi era el siguiente: tus padres te servían de comer cosas que la verdadera comida generalmente come (verduras, frijoles, etc.), al ver que tú no hacías el mínimo intento por degustar esas cosas horribles, que ellos juran que te hacen crecer grande y fuerte, venía la gentil amenaza "o comes o le hablo al señor del saco". Tú, sin conocer el aspecto del mentado señor (lo mismo podía tratarse de Chabelo o la mataviejitas), inmediatamente te comías hasta el plato y las servilletas ante el temor de que llegara este mono y te arrancara de los brazos de tus padres... Bueno, ¿y si al señor del saco tampoco le gustaba la comida?

A mí me aplicaban una que era infalible, debido a que, desde chamaco, demostré ser un pata de perro. Hubo un momento en el que, llegando a las cinco de la mañana después de una parranda, me encontré con mis cosas afuera de la casa. Obviamente, a mí me valió lo mismo que el TLC para los Estados Unidos, y seguí con mis parrandas. Ahora me dejan abierta la puerta para ver cuando me animo a entrar. Hasta la fecha, sigo sin regresar, y eso que sólo fui a la tienda por cigarros.

Mi trauma personal consistía en un monstruo que atemorizaba a todo el mundo en la calle, y al parecer le gustaba hacerlo sólo en mi colonia, razón por la que no debía salir de mi domicilio. Curiosamente, este ser tan horrendo y sediento de sangre descansaba cuando mi mamá me mandaba por las tortillas o a la tienda por refrescos y leche, tardaron alrededor de seis años en matarlo (pinches autoridades tan idiotas, por qué no llamaron a Superman o al Hombre Araña), y terminé siendo un desadaptado social. Gracias mamá.

Si usted fue torturado de la misma forma, o conoce a un amigo de un amigo al que le pasó algo peor... ¡vaya al psicólogo y supérelo!

O puede contarnos todo el chisme en la cajita de comentarios que aparece al final de este post.



Hay otros a los que amenazaban con meterlos al internado. Pobres padres ilusos ¿No vieron "Mundo de Jueguete"? Ser compañeritos de Graciela Mauri era el sueño reprimido de muchos mocosos precoces. Además, estaba 'Chachita' quien seguramente nos solaparía cualquier travesura.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Te estoy buscando adjetivos... que sean políticamente correctos

Me encontraba incorporando nuevas palabras a mi vocabulario para mejorar mis analogías escatológicas acerca de la vida y obra de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, cuando, jugando a 'pushar' todos los botoncitos del internet explorer, apareció en mi monitor un blog muy inspirador que cuenta una hermosisísima historia de amor.

Juro que no me había conmovido tanto desde que vi Ichi the Killer, razón por la que decidí conocer más de esta telenovela de la vida real.

Ella (Florencia) conoció a su principe azul en la pista de hielo del Zócalo de la Ciudad de México (patrocinado por atracciones Chelito Ebrard, creador de los domingos bicicleteros en Reforma). Él (Diego), tan caballeroso como cualquier hombre (como cualquier hombre que ve a una chica linda y lo último en lo que piensa es llevársela al hotel para mancillarle la soberanía de su cuerpecito, ajá), le dio su bufanda junto con la promesa de verse al día siguiente (aquí pongan unos pajaritos revoloteando alrededor mientras la pantalla se va a negros). Pero no contaban con la ira de ese amante despechado llamado 'el azar', y que la niña no pudo conectar su cerebro con su mano (al igual que con el resto de su organismo), mismo que le hizo... ¡escribir mal el número telefónico del galán! Tan-tan-tan-taaaan (o ponga la música que le resulte más ad hoc con el momento).

Lo cual degeneró en esto:



Seguramente, y después de ver a su Dulcinea convertida en una psicópata esquizofrénica con desorden obsesivo compulsivo, el mentado Diego cambió su rostro, su identidad, entró a un programa de protección de testigos, y huyó al confín más recóndito del planeta. Y, a estas alturas del partido, ya no le interesa recobrar su bufanda.


Alguien debería decirle a Florencia que tanta T.V. ya le hizo daño.

domingo, 1 de marzo de 2009

De guitarras y cantores

El pasado viernes, el señor MxRush y yo disfrutamos de un delicioso café. Teníamos charlas interesantes acerca de las similitudes de Bach con los DJ's contemporáneos, cuando escuchamos varios gritos aterradores provenientes del local de hamburguesas de al lado. Pensamos que se les había acabado la carne molida, por lo que se habían dado a la tarea de matar a algún perro para contar con el ingrediente principal que les permitiera preparar más de estos apetitosos platillos, pero no, se trataba de un monito que estaba cantando (por llamarle de algún modo a eso que era una verdadera ofensa al sistema auditivo).