sábado, 24 de enero de 2009

Encuentros cercanos del 3er. tipo

Él se subió en la siguiente parada de donde yo abordé el camión, con una destreza y habilidad que jamás había visto en algún ser humano, tomó su armónica y ejecutó una pieza única (únicamente una canción, con sólo una nota, y en un solo movimiento), acaparando la total atención de... una pareja de pubertos que estaba felizmente fajando en los asientos traseros.

Supuse que iba a cantar o a tocar la armónica, o las dos cosas (y posiblemente al mismo tiempo), y yo decidí apagar mi 'aipo' y retirarme los audífonos porque me gusta ser respetuoso con la música que escucho (odio que un tipo con una guitarra, dulces, o un arma de destrucción masiva como una bocina y un reproductor de CD's, interfiera con la grandiosa música ambiental que proporcionan mis audífonos). Para mi sorpresa, el tipo no hizo ninguna de las dos cosas (tampoco se metió la armónica por el trasero mientras contenía la respiración hasta ponerse morado). No. Sin preguntarnos "¿quieren un monólogo?" (¡fuck you Adal Mamones!), ni decir agua va, se aventó todo un discurso socio-político-mágico-musical acerca del país. De los cinco minutos que este señor se la pasó hablando de forma casi inaudible, y de lo poco que pude entender en esas psicofonías, él nos mostró la luz, enseñándonos lecciones de vida acerca de cómo los políticos son una mierda, que el espurio nos la va dejar caer completita (sic) (¿nos la va a dejar caer? yo pensaba que ya lo había hecho y nomás se tomó receso para echarse un cigarrito), que Andrés Manuel era el Mesías, y otras cosas por el estilo.

Cuando estuve a punto de preguntarle acerca del significado de la vida, y si Jaime Maussan confunde a su vecina con tubos y mascarilla de aguacate con un extraterrestre cada que se echa un churro de mota, el señor bajó de la unidad y se perdió en el horizonte (realmente se perdió entre la multitud de huevones que esperaron hasta el último día para tramitar su credencial del IFE, pero así no suena tan hollywoodense y poético). No nos pidió dinero, no nos cantó nada, no supe dónde quedó la armónica (debe ser mago o algo así), sólo nos dio un mensaje de paz, amor y sabiduría. Su legado.

Y mientras yo creía ilusamente que había encontrado en él a un guía espiritual o un líder ideológico, algunos amigos me dicen que tuve la oportunidad de conocer una especie rara, lo que los científicos conocen como "peje-zombie".

Tengo miedo.

jueves, 22 de enero de 2009

Vecinos, un día de estos me volveré asesino serial

Todos hemos tenido, o tenemos, un vecino malo (por no llamarlo hijo(a) de la chingada o de forma más peyorativa). Yo aprendí a tolerar la diversidad de vecinos, a la bola de perros (los de cuatro patas) que viven en casi todos los departamentos de mi edificio, a la vecina -de al lado- chismosa, a doña "Toña Machetes" (como la apodamos mi cuñado y yo), y a la histérica paranoica del cuarto piso. Lo que sí es imposible de tolerar es a la tipa del piso de arriba (que queda exactamente sobre mi depa).

No sé si fue que me cayó mal cuando la conocí, posiblemente sea el hecho de que tengan un perrito que está aullando todo el día porque lo dejan solo en el depa, que su hijo sea un hijo de la chingada que se la pasa tocando las puertas de los vecinos (mi puerta, hablando específicamente) y corre, que su madre (la chingada) se vaya de parranda cada fin de semana y traiga a un tipo diferente a su depa para después no dejar dormir (seguramente para presumirnos lo activo de su vida social y sexual), sus amigos(as) que se la pasan gritando desaforadamente para que les abra el portón y que son finísimas personas al igual que ella (jamás pensé que el vocabulario de palabras altisonantes fuera tan amplio y que sus modales pudieran dar material suficiente para escribir un anti-Carreño en 45 prácticos fascículos), o que casi todo el día hay un incesante golpeteo en mi techo y varios objetos que observo descender -desde mi ventana- producto de actividades que no me interesan.

El punto es que esta mujercita fue capaz de dejar reducida a escombros la armonía que imperaba en nuestro edificio, y que nuestra vecina histérica paranoica del cuarto piso no logró siquiera mancillar (a pesar de las narcomantas que colgó en la entrada cuando no le llegó el recibo y pensó que alguno de nosotros se lo volamos).

La cerecita del pastel fue cuando me enteré de buena fuente (la vecina chismosa de al lado) que no es la primera vez que pasaba eso con ella, del largo historial de la seño, y que ya había sido corrida de varios lugares. La vecina me exhortó a presentar mi queja, manifestar mi inconformidad ante la tipa, realizar una demostración de ira, y -¿por qué no?- escribir una bitácora del suceso (debidamente encuadernada con portada de Winnie Pooh) con un resumen oral donde no omitiera ningún detalle (me imagino que quería que todo esto fuera llevado a cabo en una ceremonia igual de formal que el juramento del martes de Barack Obama).

No sé cuándo, cómo, o dónde, se de el inicio de las hostilidades, lo que sí sé es que cuando eso suceda, y por la forma en que mi paciencia se ve mermada día con día, prepárense para verme "esta noche en Hechos...". Digo, si voy a demostrar mi ira, al menos debo hacerlo bien. Mientras tanto, ya encontré una tienda de armas y cartuchos por mis rumbos.

Alunizaje

Esta ambivalencia entre el personaje y la persona, entre el que piensa pendejadas y el otro (que también piensa pendejadas pero un poco más coherentes), entre el metódico y el informal, ha hecho que los dos ya no puedan llevar ese amasiato tierno y perverso que les hospedaba en el mundo bloggeril.

Ya veremos cómo les va a los dos por separado.

Hasta que la necesidad insufrible y masoquista del uno por el otro les reúna nuevamente.