Me encontraba incorporando nuevas palabras a mi vocabulario para mejorar mis analogías escatológicas acerca de la vida y obra de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, cuando, jugando a 'pushar' todos los botoncitos del internet explorer, apareció en mi monitor un blog muy inspirador que cuenta una hermosisísima historia de amor.
Juro que no me había conmovido tanto desde que vi Ichi the Killer, razón por la que decidí conocer más de esta telenovela de la vida real.
Ella (Florencia) conoció a su principe azul en la pista de hielo del Zócalo de la Ciudad de México (patrocinado por atracciones Chelito Ebrard, creador de los domingos bicicleteros en Reforma). Él (Diego), tan caballeroso como cualquier hombre (como cualquier hombre que ve a una chica linda y lo último en lo que piensa es llevársela al hotel para mancillarle la soberanía de su cuerpecito, ajá), le dio su bufanda junto con la promesa de verse al día siguiente (aquí pongan unos pajaritos revoloteando alrededor mientras la pantalla se va a negros). Pero no contaban con la ira de ese amante despechado llamado 'el azar', y que la niña no pudo conectar su cerebro con su mano (al igual que con el resto de su organismo), mismo que le hizo... ¡escribir mal el número telefónico del galán! Tan-tan-tan-taaaan (o ponga la música que le resulte más ad hoc con el momento).
Lo cual degeneró en esto:
Seguramente, y después de ver a su Dulcinea convertida en una psicópata esquizofrénica con desorden obsesivo compulsivo, el mentado Diego cambió su rostro, su identidad, entró a un programa de protección de testigos, y huyó al confín más recóndito del planeta. Y, a estas alturas del partido, ya no le interesa recobrar su bufanda.
Alguien debería decirle a Florencia que tanta T.V. ya le hizo daño.
2 comentarios:
ja, ja... cámara. qué miedo. ya la vi... pero, no es real, o sí?
Pos la chica sí parece de carne y hueso (o aparenta bastante bien), pero la historia y los personajes me parecen tan reales como un político honesto de México (o ponga aquí el país de su preferencia).
Seguramente sólo quiere sus quince minutos. Jajaja.
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